Aida G. Quer

size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield
size_chart_customfield

Advertencia — Histerectomía, depresión postparto, duelo

Historia de un nacimiento #15
Nacida y viviendo en Barcelona

¿Cuándo fuiste madre?
Creo que la primera vez que fui madre fue con mi hermana. Mi hermana nació prematura extrema y no me la querían enseñar. Me dijeron que no la podía ver. Fue muy duro. Me escapé. Yo tenía unos 7 años. Dije que quería salir del hospital, que estaba agobiada, pero en realidad cogí el ascensor, me fui a neonatos y la encontré. Otra cosa sería cuándo empecé a maternar.

¿Recuerdas qué sentiste cuando la encontraste?
Sí, mucha alegría y mucho miedo. Ella pesaba 780 gramos. No se le veía la cara, solo la barriguita. Ahora es distinto, pero entonces tenía una campana en la cabeza. Recuerdo una mano con esparadrapo de papel. Cuando llegué justo le estaban cambiando algo y pude ver su carita. Entonces Asu, la enfermera, me miró y me invitó a que entrara a verla. Entré y dije “Soy su hermana”. No sé cómo supe que era ella. Siento que ésta fue la primera vez.

¿Y cuándo empezaste a maternar?
De esto te das cuenta cuando eres mayor. Empecé a maternar de muy pequeña, a mi madre. En esa época no te das cuenta de que haces de madre y no de hija. Y de como todo eso debes deconstruirlo para ser madre de verdad de tu propia hija. Ni la primera vez que materno ni la que hago de madre es con mi hija, con ella o con mis hijos afines. Cuando eres madre de tus propios hijos tienes que deconstruir tanto lo que has maternado antes. Y siento que cada vez me doy más cuenta de ello, pongo más conciencia. Cada vez lo puedo colocar mejor, porque no me gusta nada la palabra sanar. Yo no tengo nada que sanar, no hay nada enfermo en mí, pero lo puedo colocar en su sitio. Las piezas no encajan, pero las puedo poner en un lugar, con mucho amor y delicadeza, eso también es distinto. Hay cosas que no pueden ser sanadas.

Recuerdo hacer un curso con Rosa Jové que me pareció maravilloso. Alguien le preguntó “Todo esto que me han hecho puedo sanarlo, ¿verdad?”. Fue muy bonito porque ella explicó “Tú tienes una casa donde cuelgas cuadros. Cuando pasan 10 años ese cuadro ya no lo quieres allí. Lo descuelgas, quitas el taco y tapas el agujero. Pero ese agujero estará siempre en la pared.” Puedes recolocarlo, taparlo, acompañarlo, repararlo, pero no lo puedes sanar. Esa pared siempre tendrá ese agujero. Podría parecer que hace daño, pero esto que dijo fue muy reparador. A mí me quitó la presión de tener que sanar. “Me voy a entregar”, como dice Enrique Blay. Voy a trabajarlo y a quererlo con mucho amor. Ibone Olza lo dice, "El poder más reparador es el amor". No es sanador, es reparador.

Qué diferencia más importante.
Total, para mí es vital. A mí me ha ayudado en todas las etapas de mi vida, en la actual también, porque estoy transitando un duelo. No tengo que sanar nada. Puedo repararlo, puedo ponerle amor, cuando me sea posible. Porque también le puedo poner rabia, dolor y, cuando esté preparada, amor.

¿Puedo preguntarte por tu duelo actual?
Mi duelo actual es decir adiós a un proyecto que sentía muy adentro, donde sentía que era mi lugar. Decir adiós de una forma desagradable, sin razones ni justificación, ha sido duro. El duelo está casi transitado, pronto hará un año de su inicio.

¿Cuándo empezaste a maternar a tu hija?
Cuando mis hijos afines eran mayores. A ellos me resistí a maternarlos, porque no me creía con derecho a hacerlo. Pensaba que si no los había parido, no los podía maternar. Yo soy la pareja de su padre. Por eso la relación fue muy difícil. Porque al final sí que les hice de figura materna, aunque me resistiera por miedo, por desconocimiento, por la sociedad…, aunque no supiera muy bien hacerlo. Es muy complicado. Me di cuenta de que a raíz de Nora, mi hija, me atreví también a maternar a sus hermanos. Cuando materno a Nora me doy cuenta de que tengo que maternar a los cuatro. Con el tiempo fue más fácil.

Sobre mi nieta no tengo ninguna duda de que soy su abuela, su “Abu”. No necesito encontrar mi lugar, porque lo tengo. Me lo han dado, me lo ha dado mi hija afín mayor. Parir a Nora, no maternarla, sino parirla, me hizo consciente del poder que tengo en muchos contextos. Y maternarla a ella me hizo ver que no tenía que maternar a mi madre ni hacer de madre de mi hermana, pero sí de sus hermanos. El parto es una catarsis total de locura real y de aceptar que estamos locas, qué bien. Allí acepté que soy una loca, histérica y que soy mujer cíclica. Eso me permitió poner cosas en su lugar. Sigo en el camino.

¿Fue Nora una decisión premeditada?
Sí. Siempre explico una anécdota muy divertida. Mi compañero es 16 años mayor que yo. Él ya tenía tres hijos. Cuando decidimos vivir juntos, yo vivía en Barcelona y él, en Castellar del Vallés. Él quería que yo me mudara allí y pensé “Estás loco, en tres días me enterráis del aburrimiento”. Así que escogimos Sabadell, que yo lo odiaba. Ahora lo amo, soy sabadellenca. Cuando estábamos firmando la hipoteca, él tenía ya los tres hijos. Yo siempre le había dicho que quería tres más. Recuerdo a mi pareja anterior y sabía que él no sería el padre de mis hijos. Siempre lo supe. Sabía que David iba a ser el padre de mis hijos, en plural. Al firmar la hipoteca, me lo quedé mirando y le dije “Recuerda, antes de firmar, que yo quiero muchos hijos”. Hicimos broma y dijo “Dos humanos y dos perros”. Y yo decía “Mínimo tres humanos”. El notario nos dijo “Bueno, os dejo 10 minutos”, se lo tomó en serio. Se fue y reímos mucho. La decisión fue muy premeditada. Yo tenía ganas de ser madre desde siempre. Y de repente le dije a David, ha llegado el momento. Creía estar embarazada. Me hice un test y estaba de casi tres meses. Me preguntaron por la última regla y no tenía ni idea. No puse presión. Dejé que sucediera.

¿Cómo fueron el embarazo y el parto?
Fue un embarazo fantástico. Suerte, siempre pienso, que ha sido el único que pude tener. Porque después del parto tuve una infección y me hicieron una histerectomía. No tengo útero ni trompas. Muchas veces pienso en esto. Fue un embarazo en el que me sentí pletórica y súper sexy. Recuerdo que fue un enero y febrero de mucho frío, yo iba escotada y tenía muchas ganas de enseñar la tripa. Estaba contenta. En esa época, antes de quedarme embarazada, estaba haciendo terapia intentado trabajar el duelo de la muerte de mi madre. Hacía cuatro años que había muerto. Hice una terapia de sueños con mi terapeuta, mi guía. Fue bestia porque una vez nació la Nora calculamos que unas cuatro semanas antes de quedarme embarazada había tenido un sueño concreto donde dejaba ir a mi madre. Durante el embarazo fue muy bonito sentir que había dejado de ser hija desde un lugar bonito. No desde la pena y tristeza. Empecé a creerme madre. La gestión con los otros hijos fue difícil, sobre todo con la mediana, que vivía con nosotros. Yo no tenía una relación fluida con ella. No sabíamos querernos bien.

El parto de Nora duró cinco horas. Fue muy animal y bestia, rápido. Tienes la idea de que un parto primerizo estarás cinco mil horas, y no. Fue divertido. Mi compañero tiene cuatro hijos. La primera es de un día 22, con ojos azules. La segunda es de un 16, con ojos marrones. El tercero es de un 22, con ojos azules. Y él tenía claro que Nora nacería un 16 y tendría ojos marrones. Nora nació un 16 y tiene ojos marrones. Recuerdo las semanas previas. Sus otros hijos también nacieron en casa y recuerdo hacer pruebas para llamarlo por si tenía que avisarlo. Él nunca cogía el teléfono. Me decía “No es día 16”. Yo estaba entre la risa y el cabreo. El día antes, día 15, fuimos a ver una película al cine, una de estas tipo Ocean’s Eleven. Yo quería ver a Brad Pitt y George Clooney. Le decía a David “quiero ver tíos buenos”. Fuimos la noche antes al cine. Me lo pasé muy bien. Fuimos a cenar y a caminar, después a casa. Por la mañana me levanté. Durante el embarazo estuve muy sexual. No he follado tanto en toda mi vida. Rompí aguas follando, no estábamos haciendo el amor. Empezó todo con mucha risa. Eran las doce del mediodía y Nora nació a las cinco de la tarde. Recuerdo poco del parto. Fue rápido y doloroso, en la casa de la hipoteca. Durante el embarazo había hecho el curso de preparación en Titània. David me había regalado el libro El bebé es un mamífero de Michel Odent y pensé “Esta mierda, ¿qué es?”. Tal cual. Esta anécdota siempre se la cuento a Michel. “Este tío qué hace hablándome de partos de agua, qué estupidez”. Otra amiga me había regalado un libro de partos sin violencia que me parece maravilloso ahora, entonces pensé “¿Pero qué es esto?”. Yo estaba conectada, pero desde otro lugar… Estaba conectada conmigo, más que con cosas externas. Yo no era una persona espiritual, no hacía yoga ni preparé nada relacionado. Recuerdo empezar con las contracciones y notar un encaje. No noté las contracciones de dilatación, solo tenía ganas de pujar. David dijo que llamaría a la comadrona y le dije “No, que es un primero”. Suerte que no me hizo caso. La comadrona estaba lejos. Así que llegó la segunda comadrona y me dijo “Estás en completa dilatación”, pero hasta que no llegó Tere no parí. Ella era la comadrona que yo quería tener en el parto. Recuerdo la intensidad. Recuerdo sentir a Nora nacer. Cierro los ojos y vuelvo a sentirlo, 16 años después. Lo siento igual. Y siento también el aro de fuego con la placenta.

Todavía tengo su placenta, 16 años después. La tenemos en el congelador. Ahora ya sé qué quiero hacer con ella. Entonces no. Estamos restaurando una masía y la queremos quemar, no plantar. Seguramente me gustaría hacerlo junto a la placenta de mi nieta. No sé exactamente qué haremos, sé que será algo transgeneracional. Mi madre cuando murió fue incinerada y se encuentra en Blanes. Siento que quizás me haría gracia que una parte de la placenta fuera allí también. La placenta para mí representa el duelo de no haber podido ser más madre, en ella no veo sólo la vida, también esa muerte. Y todo lo que para mí es duelo va a Blanes.

¿Puedes contarnos qué ocurrió en el postparto?
Tuve una gastroenteritis, no sé por qué, aunque tengo mis suposiciones. Fui al CAP de urgencias y me dijeron que yo sufría una mastitis. Mi comadrona me dijo “Vete al hospital de urgencias, no te vayas al CAP”. Pero no fui, porque sabía lo que iba a pasar. Hasta que sentí que moría. Llegué con un shock séptico. Me moría de verdad. Llegué a la Dexeus. Es curioso, yo nunca había tenido ginecólogo y durante el embarazo busqué a uno. No me preguntes, bueno, ahora lo sé. Cuando busqué encontré un tío maravilloso, que recoge animales de la calle, un fuera del sistema dentro del sistema privado. Una locura. Él me iba dando visitas, yo a veces iba, a veces no. Me decía “¿Por qué vienes?”. Le decía “Mira, no sé, tengo mutua, pues vengo”. Cuando Nora tenía diez días me levanté y no podía moverme del dolor abdominal. Era San Juan. Fuimos al hospital, me dijeron que tenía que quedarme. Yo dije que no. Que estaban locos. Me dijeron que sufría una infección enorme, me dijeron que la analítica no concordaba con mi estado físico. Claro, yo estaba en pico de oxitocina con mi bebé. Llamaron al ginecólogo, que estaba en Baqueira Beret, lo recordaré siempre, y le dije “Marcho, no me quedo”. Me dijo “Si te marchas, no volveré a visitarte. Si te quedas, cojo un coche y bajo ahora mismo”. Le dije que marcharía tras verlo, pero no fue así. Me ingresaron, sin saber qué tenía. Me hacían varias ecos diarias. Yo con grietas enormes. Venía Tere. Sacaleches. Ingresaron a Nora para que pudiera quedarse conmigo, porque si no hubiera sido imposible puesto que no había nacido allí. El ginecólogo fue increíble. Estuve 10 días a cuarenta de fiebre, no me la bajaba nada. Hasta que me dijo “Aida, mañana abrimos para ver”. Le dije que no, que no y que no. Esa noche empecé a notar que el cuerpo me apretaba. Lo explico muy poco. Por la mañana vino y me dijo que íbamos a quirófano. Entonces desayuné para así no tener que ir. Me preguntó “¿Tú crees que no puedo operarte porque hayas comido?”. Este era el movidón con el ginecólogo. Yo respondí que no quería. En ese momento David le pidió cinco minutos a solas conmigo. Cogió a Nora en brazos y me dijo “Por favor, cuéntale a ella por qué quieres morir. Yo ya no sé cómo decírtelo. Haz lo que quieras con tu vida, pero si quieres dejarla huérfana está bien. Explícaselo a ella.” Entonces, claro, acepté.

Me operaron, fue una operación de casi 8 horas. Me tuvieron que abrir y vieron que tenía el útero necrosado, tuvieron que extirparlo junto con los ovarios. El médico se lo curró mucho. Fue muy fuerte y muy duro, una operación muy larga. David y mi hermana lo pasaron mal, con miedo. Para mí lo más duro fueron los diez días antes. Me desperté en la UCI. No necesité que me dijeran nada. Por eso no me quería operar. Yo ya lo sabía. Operar significaba perder la lactancia y no volver a quedarme embarazada. David me sonreía. Recuerdo, aunque por mucho tiempo pensé que me lo había inventado, que una voz femenina me susurraba al oído “Tienes que decidir si quieres continuar siendo hija o decides ser madre”. O te vas con tu madre o eres madre. No fui consciente de que pasó de verdad. Había sido mi comadrona. Decidí ser madre y empezó mi guerra. En principio tenía que estar diez días más en la UCI, dije que no. El ginecólogo me dijo que cinco. Yo no quería. Yo me quitaba todas las vías, todo. Soy una rebelde. Yo les dije que me comportaría si me llevaban a planta con mi hija. Yo quería verla. Yo les decía si no entendían que me moría de verdad. Fue una tortura. No sabes si es de día, de noche, qué hora es, si has dormido, si tienes que comer,… Había ingresado el viernes noche y domingo mañana me bajaron a planta. Al bajar me encontré un bebé con biberón, con chupete en brazos de mi hermana. Pobre, que encima con todo su amor había comprado un chupete que decía “I love mama”, pero para mí fue… Esto fue muy duro. Aquí le pedí a David que se fueran él y Nora. Que no quería que estuvieran en el hospital. Estaba sondada, no era posible cogerla. Recuerdo que Nora me miró y sonrió. La abracé y lloré de alegría. No había tristeza, era un ya está. Recuerdo que le dije “Lo siento” y pedí que se fueran. Me enganché a Anatomía de Grey.

En una semana estuve en casa, porque insistí. Me fui con 30 grapas. El trato estuvo bien, a pesar de que hubo una enfermera mala persona. Si te fijas, a los lados de la cicatriz hay dos más, son de los tubos de drenaje, uno está como hundido y el otro bien. Uno me lo quitaron con amor y el otro no. Empezó a estirar, a estirar, a estirar. Yo grité diciendo que dolía. Y me respondió “¿Tú no has parido en casa, valiente?” y tiró. Yo estaba sola. Lloré. Me intentó sacar el otro y pensé “Tú no me tocas, no me podré mover, pero tú no me tocas”. Grité, entró mi hermana y fue a buscar al ginecólogo. Sé que después la echaron. Entonces vino una enfermera encantadora. Me lo quitó igual. El ginecólogo le pidió a David que viniera toda la familia porque quería explicar lo que había sucedido. Porque ¿qué pensaba toda la familia?. “Ha parido en casa”, “la loca esta”,… Vinieron mi abuela, mi tías, diez personas y tres enfermeras, entre ellas la que me hizo esto. Mi abuela siempre contaba que pensaba que les quería decir que me iba a morir. Entonces dijo: os pido que seáis muy sinceras todas y todos. Quien crea que a Aida le ha pasado esto porque ha parido en casa que se ponga hacia este lado. Quien no, que venga conmigo. Solo David fue con él. Entonces dijo “Seguramente Aida ha sobrevivido porque ha parido en casa. Hace tres semanas una mujer tuvo un parto en el hospital, muchas veces salen con pauta de Ibuprofeno, Paracetamol, y tal. A la mujer nunca le subió la fiebre. Sí que sintió mucho dolor y cuando llegó aquí fue demasiado tarde. Aida sí que sintió dolor, tenía fiebre,… Ya os lo podéis quitar de la cabeza.” Brutal. Creo que lo había escogido como ginecólogo no para que me operara, sólo por esto. El embarazo y el parto fueron espectaculares. Después vino esto.

¿Cómo te encontraste una vez de vuelta en casa?
Fue horroroso, horrible. Ahora lo sé. Yo tenía una depresión postparto de caballo no diagnosticada, nadie la vio, porque ninguna profesional me vio. Claro, yo veía a Nora y la amaba, pero sabía que no volvería a ser madre. Hay una cosa que se habla muy poco. He hablado mucho con mujeres que hemos padecido una histerectomía, sientes un vacío físico. Sé que cuando tienes útero no es que se note que está tampoco. Yo lo que notaba era el vacío que había quedado. A nivel físico como emocional. Te cuesta volver a reconocerte como mujer. Esto chocaba mucho con mis ideas feministas. Pero en realidad mi cuerpo es como es, soy como soy. He parido y gestado a Nora. Todo eso que me determinaba a mí, sin desmerecer a la persona que no la determine, pero a mí esto me di cuenta de que me determinaba. Y que para mí esto me identificaba también.

Ha sido un proceso que me ha costado muchos años, ocho años, a los ocho años pude trabajarlo. Lo hice con el Método Grinberg. Encontré una terapeuta maravillosa y lo pudimos trabajar de verdad. Durante ocho años me dolió la herida. Ahora es una cicatriz. Me costaba mirarme al espejo. No vuelves a tener la regla, tenía 29 años. Hay cosas que no vuelven a pasar. En un postparto estuve premenopáusica. Es muy loco. Fue muy duro, muy duro, muy duro, mucho, mucho. Yo era un poco desgraciada. Viví muy feliz con Nora y fue muy chulo tenerla. Pero, claro, si me operaron a finales de junio, no me pude quedar a solas con ella hasta septiembre. No me podía levantar. La herida, el abdomen. Ahora tampoco se hace así. Tenía dolor constante, picor en la herida. El que me habían extraído sin amor supuraba constantemente. Fue muy fuerte. Pero la vida siempre, la Universa se porta muy bien conmigo, y recuerdo un día que nuestra hija afín mediana, que vivía con nosotros, yo le había dicho algo y me preguntó “¿No te das cuenta de que estás amargada?”. En ese momento, yo pensé que lo dijo para ofenderme, pero no. Fue muy liberador. Es verdad. No puedo ser una amargada, pensé “¿Qué necesito?”. Y la vida… tres días después me llamaron de la Fundación Vicente Ferrer diciendo que habían recibido mi currículum -que yo no había enviado- y que buscaban asistenta del director general, que mi perfil les había gustado. Yo tenía dos años de paro, pero dije que sí. Lo necesitaba. Me di cuenta de que necesitaba salir para poder volver a entrar. Fue muy guay. Salir. Me fui a un lugar no maternal, donde la gran mayoría que trabaja no son madres, son personas jóvenes con muchos ideales. Nora se quedó entre mi abuela y mi suegra. Desde aquí pude salir para volver a entrar. Es muy fuerte.

¿Cómo llegaste a ser doula?
En todo este proceso, fue curioso porque, a pesar de la depresión postparto y sentirme sobrepasada y en muchos momentos triste, yo disfrutaba de la crianza, de mi hija y de mi maternidad. Del grupo de postparto que hicimos en el CAP de Sabadell conocí a una mujer con la que más tarde he compartido masía durante nueve años, con nuestros hijos. Conocí a las personas que necesitaba conocer durante el proceso. Recuerdo que nos dijeron que el grupo se acababa. Lloré. No conocía a nadie en Sabadell. Entonces empezamos a quedar para tomar café y nos veíamos en el centro cívico. Alquilamos una sala. No era como doula, sino desde mi absoluto egoísmo de no querer estar sola. Cuando empecé a trabajar nos veíamos por las tardes. 15 años después todavía veo a algunas mamás. Empecé a leer mucho, a interesarme. Durante el proceso de embarazo en Titània conocí la figura de la doula, entonces no me llamó. Pero durante el proceso de maternar sí. A una compañera de trabajo que estaba embarazada una mujer le dio una tarjeta y le dijo que era doula en prácticas, que se acababa de formar. Y me lo contó. Y pensé que me podría formar como doula. Investigué. Ya había leído a Laura Gutman, quien también habla mucho de la figura. Hice un seminario con ella donde explicaba más y pensé “Vamos a ello”. Yo no lo hice para dedicarme. Sí que el mundo me atraía mucho y me preguntaban mucho. Yo lo había hecho distinto, había parido en casa, criaba de otro modo, me preguntaban. Sentí que necesitaba poder acercarme a estas mujeres con un poquito de tacto. Por eso lo hice. Cuando me hicieron presentar -en esa época era en Mares Doules- yo dije que venía a buscar un embudo. Quiero decir “No vayas al hospital”, pero no puedo decirlo. Todo lo que quiero decir tengo que decirlo bien. Hice la formación. Fue una catarsis. Me di cuenta de todo, del proceso. Fue muy bestia y muy bello.

¿Cómo describirías una doula?
Yo cada vez lo sé menos. Cuanto más sé, más ignorante soy. Si tengo que dar una definición, sería ésta. Para mí una doula es una mujer formada y revisada, que haga terapia o no no importa, es muy importante revisarnos constantemente, eso sí. Que acompaña de manera emocional y logística a la mujer. En mi caso, es muy importante la presencia. Presente inmediato con mi propia esencia, yo siempre con amor y humor. No hay más. Cuando tengo que poner un ejemplo, siempre digo que es como acompañar a la mujer en su viaje. Vamos en coche, ella conduce, yo no estoy detrás, estoy a su lado. En momentos determinados pues le aguantaré el mapa, en otros quizás se queda sin gasolina y puedo indicarle dónde hay una gasolinera y decirle que, si quiere, podemos ir. Haremos lo que ella quiera. Vamos a la gasolinera o nos quedamos tiradas en medio de la nada y empujaremos el coche o lo abandonaremos, lo que haga falta. Para mí es esto. El coche que ella conduce es su maternidad, yo voy con ella durante un trocito del viaje. Una cosa muy chula de ser doula es que es un trozo concreto. Me vinculo desde la confianza mútua y, una vez finalizado el acompañamiento, me vinculo poco emocionalmente con las mujeres que acompaño.

¿Crees que al principio te vinculabas más y con el tiempo menos?
Sí, lo noto mucho. Tengo más vínculo con las mujeres que he acompañado solamente durante el parto que las que he acompañado durante el postparto, a pesar de que el postparto es bestia. No hay juicio y marcharé. Es muy bonito cerrar e irme. Todas las mujeres forman parte de mi experiencia.

¿Cuál es la situación de la doula en España?
Ahora estamos en un momento complicado por el exceso de doulas. No quiero decir que no sea fantástico que seamos muchas. El tema es desde dónde, cómo hemos llegado y cómo nos mostramos y acompañamos. Los principios son siempre desde la necesidad, todas llegamos desde allí, la mía fue el embudo, otra la de salvar, otra la de reparar. Todas llegamos desde una necesidad. No llegas aquí para probar, aunque creas que sí. Todas llegamos desde una necesidad materna, da igual que estemos maternando. Entonces también hay muchas carencias. Creo que tendríamos que ser más rigurosas, todavía más de lo que somos. Cuidadosas, prudentes,… Recuerdo cuando yo misma salí, di una charla seis meses después de mi formación. Ahora pienso que no diría ni una décima parte de todo lo que dije. Creo que ahora es un momento complicado porque visibilizamos demasiado y si tú entras en el perfil de cualquier doula verás que hace millones de cosas. Para mí esto pervierte la figura. Luego cada una de nosotras diremos si somos doulas y porteólogas, asesoras de lactancia, sistémicas, si acompaño 200 partos al año… es igual. Luego cada una, con nuestra presencia y esencia, decidiremos cómo hacerlo. La única formación que, a 2023, tenía en cuenta totalmente el entorno hospitalario es Amana Doula. Y lo que una mujer se encontrará es eso. Hay mucha reticencia…

Muchas doulas van desde la lucha, la defensa, desde que lo saben, desde que “La cesaría es una mierda”, desde que “Todas las mujeres pueden parir”,… La mayoría de acompañamientos que hacemos son hospitalarios, la gran gran mayoría. Esta parte es la más complicada. Hay comadronas, ginecólogas, obstetras que todavía nos sienten como una amenaza. Y eso es una pena. Y después vivimos en un mundo en el que no queremos que las mujeres decidan, no queremos que ellas traten su sexualidad, su ciclicidad de forma natural y cotidiana. Que una mujer decida tener una doula, la palabra “decidir”, esta parte no nos gusta porque entonces el sistema ya tiene una alarma: esta mujer toma decisiones. Lo digo así de claro. Esta mujer doula quizás busca información de otras cosas. Esto es complicado. Por último, la pandemia no ha ayudado. Muchos hospitales se han cerrado en banda con la excusa del COVID, todavía hoy.

Siento que este “exceso” de doulas hace también que se corra demasiado, que no paremos a seguir formándonos, aprendiendo desde un lugar de no protagonismo. Desde aquí, este año ha nacido una formación para doulas desde Adresam Formación, donde queremos unir criterios, parar y escuchar, ir más a lo profundo, estar más en sintonía y conocimiento del sistema. Dando espacio, con una mirada más amplia a la diversidad, a las diferentes formas de maternar y paternar, de criar. La asociación tiene ya años y la formación que empieza ahora es para mí un espacio para seguir acompañando desde la experiencia, como mentora, insistiendo en crear una base sólida e importante con reconocimiento del sector sanitario y referentes del entorno al parto y nacimiento; dos hechos vitales que suceden a la vez, pero que merecen cada uno su espacio, su mirada y su acompañamiento. 

Tras tantos años como presidenta en Amana Doula, puedo preguntarte ¿de dónde nace y cómo crece?
¿En mi vida o el mundo? Amana Doula siempre ha salido de úteros de mujeres. De úteros físicos o energéticos, como en mi caso. Sale de un espacio seguro donde también maternar. En ese momento era Mares Doules, con Clara Vergés e Imma Sàrries. Recuerdo que cundo me formé en 2010 me pasé dos fines de semana en el baño. No podía salir de allí. Imagínate la limpieza que hice. Creo que sale más de una necesidad propia, no colectiva. Las mujeres no necesitamos una doula, creo que necesitamos la formación, esta mirada, esta posibilidad de abrir la mirada y ver diferentes espacios. En mi caso, formar parte de Amana Doula sale de querer hacer el mundo un poquito mejor. Ahora mismo mi vinculación con la asociación es distinta, han cambiado los roles y mi lugar, estoy encontrando el nuevo. Esto es una necesidad, a mí no me lo ha pedido el mundo. Es mi necesidad. Sale de aquí.

Tenemos que hacer del mundo un lugar mucho más amable para las mujeres, mi trabajo como doula sale de querer hacer esto de manera profesional y rodeada de compañeras. Hacerlo desde un lugar prudente y cuidadoso, pequeño. En comparación siempre hablo de la asociación DonaLlum, un lugar más grande donde puedo gritar, donde soy activista. A mí la docencia me gusta mucho. Transmitir. De aquí viene mi nombre Gurumaji. La docencia y formar a futuras doulas en activo no tiene que ver con enseñar, sino con compartir. Creo que es muy importante compartir experiencias, miradas, visiones,… sin tener la verdad absoluta. Aunque tengo unos límites, líneas rojas, cosas que no acepto como verdades. Para mí también Amana Doula es un espacio no-mixto.

¿Puedes hablarnos de DonaLlum?
A DonaLlum llegué justo al acabar la formación de doula. Hubo una charla muy potente. Recuerdo escuchar hablar sobre Emilio Santos, que es ginecólogo madrileño de partos en casa de celebrities. Estaba Inma Marcos. Fue un “Oh, qué guay”. Allí conocí a Marta Busquets, empezamos a ser comadres y amiga-centristas. Una de las partes que a mí me despierta la figura de la doula, la formación, lo que yo quería hacer, es cómo yo gestiono esta parte de rabia. También quiero trabajar eso, pero desde dónde. Encontré DonaLlum y me hice socia. Me empecé a involucrar en los grupos de encuentro y llegué a la junta. DonaLlum es la asociación catalana del parto respetado. Solamente se centra en los partos, embarazo y postparto inmediato. La finalidad es que todas las mujeres en cualquier tipo de parto sean respetadas. Algo que parece obvio. Que dejemos de hablar sobre “el parto humanizado”. “En ese hospital hacen cesaría respetada”, ¿y en los otros qué hacen? Se ve muy poco. Ahora estamos muy metidas en el tema de que no hay comadronas. Intentamos hacer una parte activista y otra burocrática e institucional que, si no, nadie la haría. Y la verdad es que damos mucho por culo.

¿Crees que toda nueva mamá tendría que unirse a un grupo de crianza?
Yo creo que toda madre nueva, madres posteriores y me atrevería a decir que todas las familias. En Barcelona Eva Vela hace un grupo que se llama Eternitats para familias que crían sin género. Me refiero a esto. Para mí es para las madres y toda persona que está maternando o paternando, desde un lugar de figura principal y secundaria. No sé si grupo de crianza concreto o encuentros de familias periódicas obligadas en el mismo momento vital sí, totalmente. Las mujeres creo que también lo podrían hacer en la menopausia. Yo me voy de vinos con mis amigas menopáusicas, los llamamos vinos menopáusicos porque estamos en un momento vital muy concreto. A mí esto es lo que me salvó, lo que hizo que la depresión postparto no fuera a más, totalmente. Mi Pili, mi Sara, mi Marina… nos salvamos, decimos. Si Sara y yo no fuéramos madres, no seríamos amigas, y mi maternidad sin ella hubiera sido muy distinta, porque somos completamente diferentes. Con ella alquilamos una masía cuando nuestros hijos tenían año y medio, se llevan 15 días. Estuvimos hasta los nueve años con esa masía. Ha sido un regalo para nosotras como madres, para mí como Aida y para mi crianza.

Cuando se habla de pantallas, la única alternativa a las pantallas es la naturaleza, no hay más. No es un parque, no es la calle, no es el cine. Es la naturaleza. Nosotros estábamos desde el viernes medio día hasta domingo noche en la naturaleza. La naturaleza quiere decir que estábamos en medio de la nada. Recuerdo a Nora con cuatro años decirme “Necesito estar sola” y se iba a la montaña. Nora sabe los nombres de casi todos los árboles. Todo eso me lo dio ese primer grupo. Ha habido un boom de redes sociales, boom de grupos online, boom de encuentros online, donde crees que estás acompañada, pero no lo estás. No estás acompañado por alguien que no has visto nunca en persona, que no has tocado. Cuando teníamos que usar pantalla, las que me conocían y que ya estaban hace tiempo seguían. Las que no, no. ¿Por qué? Porque el online es muy frío. Una llora delante de la pantalla y nadie la puede abrazar. Yo les pedía que si el bebé tenía menos de un mes que les acompañara la pareja, porque no puedes compartir todo lo que está pasando estando sola. Y veo que mi historia se repite. Ahora hace poco me invitaron a un cumpleaños de 10 años donde las mamás venían a los grupos. Yo no lo he hecho, yo he facilitado el espacio. Tendría que ser obligatorio que las mujeres se junten. No desde un espacio de sanación, sino libre. Yo simplemente pregunto “¿Cómo estáis?”. A veces solamente necesitan que estés, nada más, eres la excusa para juntarse.

¿Cuál es el cambio más significativo que has vivido siendo madre?
El cambio es constante. El más significativo es que yo percibo el mundo desde otro lugar. Me doy cuenta de lo importante que es lo que una vive y cómo convive con ello. En este camino constante entender que yo soy lo más importante. Nora me ha enseñado a entender que yo tengo que ser la persona más importante en mi vida. Eso ha sido una revolución. Porque yo pensaba que el corazón va por fuera, pero no, está dentro. Es algo que me tengo que recordar. También el adaptarme. Darme cuenta también de que soy una persona creativa, siempre me habían dicho que no. Otro cambio significativo es el trabajarme. Soy una persona de apego ansioso, quiero que me quieran y cada siete años me dan una ostia. Este es uno de esos siete años, me han dado un ostión grandote. Eso es muy guay, doloroso a rabiar, pero darte cuenta de ello, ponerlo en primera persona. Ver que una debe apegarse a sí misma, no a los demás. Todo esto me lo regala constantemente la maternidad.

Al maternar a Nora, ¿la relación con tu madre cambió?
Creo que hubiera cambiado la relación totalmente, que hubiera ido a mejor. Yo siempre he dicho que entiendo menos las cosas. Pero ser madre sí que me ha permitido perdonar. Es decir, que no entienda cosas no quiere decir que no perdone. Mi maternidad me ha permitido perdonar mi relación con mi madre y la de ella conmigo. Me ha ayudado a entender que no todo es comprensible. Eso que dicen de que “Ahora que eres madre…”, ahora que soy madre tampoco lo entiendo y está bien. Ha sido un proceso. Pero sí, ha cambiado y está en transformación constante. Salen cosas que digo “Esto no es mío, es de mi madre”. Y mi madre no está desde hace 20 años. Criamos como la niña pequeña que fue criada. No como nos han criado. Yo no siento que repita el patrón de mi madre, si no que soy la Aida pequeña que cría. A mí Nora no me materna, aunque lo intenta. Eso es muy importante. Me ha ayudado a entender mucho a mi abuela también, quien me maternó mucho tiempo, entender cómo ella maternó a mi madre. Es algo transgeneracional y loco.

Ahora que tu hija es adolescente, ¿cómo estás viviendo la maternidad?
Yo siempre cuento en los grupos que la maternidad está llena de duelos. Es decir, tú tienes un bebé que porteas y de repente está en el suelo, andando. O tienes un bebé en la tripa y parirlo ya es un duelo. Van haciendo pasos que no vuelven atrás. El otro día leía algo de Elisenda Pascual que decía “la crianza sin retorno”. Sí, siempre, siempre es sin retorno. Ahora estoy aprendido a dejar ir de verdad. Estoy recogiendo. Nora es un árbol de 16 años y ahora ya está la fruta. Me gusta mucho la persona que es ella. Es una de las épocas en las que más me gusta. Recuerdo momentos en los que he sentido lo mal que me cae mi hija. Ahora no, ahora me encanta. Pero quizás es el momento de mayor duelo. Ahora Nora se marcha y tendremos que ver de qué manera seguimos juntas. Lo sé por los otros tres. Ya nunca más será. Fuimos a la playa el otro día con sus amigas. La miraba y pensaba, claro, ella no está pensando en que mamá me cuente un cuento. Ella está pensando en qué bueno está ese chico. ¿Me explico? Está pensando en dónde quiere vivir. A dónde quiere ir este verano. Es un duelo. Estoy en eso y en no ponerle cosas mías en su mochila. Nunca me había pasado antes. Ahora sí. Lo noto a veces en cosas muy concretas que nos pasan. O lo que espero que quiero que pase. Nunca había tenido expectativas, ahora sí, en situaciones que espero que ella haga lo que yo quiero. Esto antes no me había ocurrido. Ni con tres años. Claro que quería que durmiera, pero eso es otra cosa. Me pregunto mucho qué más puedo ofrecerle. Intento buscar cosas para darle. Es muy guay porque haber labrado y cultivado hace que haya ramas muy altas. Ha ido en avión sola, por ejemplo. A su edad yo no lo hubiera hecho nunca, por el apego. Ahora ha cambiado de instituto porque quiere, tampoco lo hubiera hecho nunca yo. Su mirada es qué voy a poder. Ver este proceso es muy chulo. Lo veo en ella y lo he visto en Aleix. Es algo que David y yo hemos hecho. Y ahora tener una nieta es locura.

¿Cómo lo vives?
Así como la figura de madre afín me costó mucho encontrarla, esta no, esta la tengo muy clara. Hay momentos raros, como el día de la mona, donde estamos las tres abuelas y es complicado, pero yo me lo paso muy bien porque las abuelas luchan por qué mona es más guay, yo no traigo mona y no entró aquí. Tengo muy claro cuál es mi espacio de abu. Lo vivo desde un lugar tranquilo. No sé si con los demás será igual. Con cada una y uno tengo una relación distinta. Ver parir a Sara fue un regalo. La acompañé como abu, junto a David. Quiso que estuviera Nora y tuve que ir al instituto a buscarla. Quería que las fotos las hiciera su padre. Ella se siente muy segura cuando David está presente. Es muy chulo ver a tus hijas maternar, es un movidón. Se remueve todo, tu propia maternidad, las cosas que hubiera hecho de otro modo. Para mí no es desde un lugar doloroso, sino desde uno bonito. Sara no ha llevado a la bebé a la guardería y creo que la Aida de ahora tampoco lo hubiera hecho. La de entonces sí, absolutamente. Darte cuenta de estas cosas es guay.

¿Qué es lo más fácil y lo más duro de ser madre?
Creo que es lo mismo: ser madre. Darte cuenta de que tus hijos no son tuyos es lo más bonito y lo más duro. Cuando te das cuenta, ves que no eres imprescindible, que eres absolutamente prescindible. No quiero decir que lo mejor no sea que el bebé esté con su madre, pero sobrevivimos. Te permite ser vulnerable. Eso es guay. También ves que tu hija mayor no te necesita para casi nada. Que quiere que estés, pero no te necesita. Y qué bonito no hacer de tu crianza, de tu maternidad, algo que sea absolutamente condicionante o dependiente de ti. Pienso en lo que dice El nudo materno. La bipolaridad de la maternidad: esa esclavitud deseada y el momento en el que no te sientes esclava. Cuando te das cuenta de que tus criaturas no son tuyas, sino suyas.

— Fotos: Silvia Conde