Madres olvidadas por Judith Naess

 



Hace unos días recibí un mensaje por IG de Judith Naess (Málaga, 1998). Ella es fotógrafa y quería compartir su proyecto Madres olvidadas, hijos sin identidad. Al mirar un poquito las imágenes y leer los escritos, se me puso la piel de gallina. Quedé totalmente removida e imaginé que un proyecto así tiene que surgir de muy muy adentro. Así que le respondí con un par de preguntas para saber más. 

¿De dónde nace este proyecto?
Madres olvidadas nace con la promesa que le hice a mi madre de hacer visible su historia y la de sus compañeras. A mi madre le quitaron a uno de sus hijos en el parto gemelar de mi hermana mayor, en octubre de 1975. Como ella, miles de mujeres en España fueron sometidas y víctimas de desapariciones forzadas, que se dieron desde el régimen franquista hasta finales de los años 90. Mujeres jóvenes, que en un momento tan vulnerable como es en la sala de partos, fueron engañadas y sometidas a maltratos. El que hubiese tenido que ser el momento más feliz de sus vidas acabó siendo el peor recuerdo que pueda tener una madre.

Conociendo el dolor tan de cerca, este proyecto nace de la necesidad de romper el silencio y arrojar luz sobre ellas. Mi propósito es movilizar su lucha, esta verdad que es parte de nuestra sociedad, y recuperar la memoria perdida y arrancada de nuestra historia, no solo la personal y familiar, sino también la de una generación entera.

Espero que la exposición sea la semilla de algo más grande. He acompañado la exposición con una cuenta en Instagram llamada @lasmadresolvidadas. Hoy en día tenemos a nuestro alcance una herramienta muy potente para visibilizar como es Internet y las redes sociales, donde la gente ve y comparte velozmente. Es como tirar una piedra a una lago, las ondas van expandiéndose cada vez más y más. 

¿Podrías contarnos un poquito sobre el proceso de creación?
El proceso ha sido duro y a la vez muy sanador. Supe desde un principio que quería trabajar con la fotografía, ya que soy fotógrafa y es el medio donde me siento más cómoda. Empecé con las fotografías familiares. Las miraba y sabía que en esas vidas, en esas familias, faltaba alguien. Faltaba un hijo, un hermano, un sobrino... Son fotografías incompletas, porque son familias incompletas.

Decidí que haría exactamente a las fotografías lo que le hicieron a esas madres en los paritorios: arrancar la figura que falta. Primero tuve que hacer un ejercicio de imaginación. Las figuras no están arrancadas de la fotografía de verdad, si no que están creadas imaginándome qué estaría haciendo el miembro que falta. Lo creé para después recortarlo. En ese proceso hubo dolor. Es algo muy metafórico, pero ver el hueco, la ausencia en el fondo tiene algo sanador. Es darle la importancia que se merece. Es honrar la verdad, por dura que sea, sabiendo que ese hijo o hermano está presente, siempre lo ha estado y siempre lo estará. 

Faltaba algo más: dar voz literalmente a estas madres. Por ese motivo, les pedí que escribiesen una carta. La carta me parece un medio que se está perdiendo y que es muy poderoso. En ella y en la escritura hay algo muy terapéutico. Algunas de las madres me dijeron que tuvieron que escribir a ratos, porque la rabia y la tristeza les podía. Ojalá algún día sus hijos estén dónde estén puedan leerlas. 

Al haber realizado este proyecto, hay cosas en mí que se han puesto en movimiento, como si algo hubiera nacido. Una vez me dijeron que cuando salimos de nosotros mismos para ayudar a otros es cuando más conectamos con nuestro interior, y así lo siento.

¿Cómo habéis encontrado a las madres involucradas?
Ellas son 10 mujeres: Ana Berrocal, Carmen Sepúlveda, Encarnación Jimenez, Pepi Ballesteros, Margarita Fuentes, Maria Bueno, Maria Lobo, Rosalía Pérez -quien ya no está entre nosotros, pero sus hijas siguen con la lucha- y mi madre, Merete Naess. Pertenecen a la Asociación Alumbra, donde mi madre encontró apoyo y una guía hace ya unos 12 años. Esta asociación la fundó y la preside María Bueno, también víctima de que le arrebatasen a su primera hija. Gracias a su incansable lucha ha podido reunir a una madre con su hija.

¿Crees que el tiempo relaja de algún modo el dolor transitado?
Hace un par de días tuve una conversación con Carmen Sepúlveda. A la edad de 22 años, durante su parto gemelar, le arrebataron a sus dos hijos. Después no pudo tener más. Han pasado 48 años desde entonces. En esta conversación Carmen me admitió que no fue hasta pasada una semana de la exposición, que no tomó la decisión valiente y durísima de quemar la ropita que había guardado con tanto amor para sus bebés. Durante 48 años había mantenido todas las ropas, mantas y juguetes que con mucha ilusión le habían ido comprando durante el embarazo. Este acto simbólico refleja la profundidad del dolor que aún persiste tan dentro de ella. Es evidente que el dolor de estas madres es una carga que llevarán consigo para siempre. Creo que ninguna cantidad de tiempo puede borrar las cicatrices emocionales que estas experiencias han dejado en sus vidas.

Yo no soy madre aún, pero creo que el dolor o la impotencia de saber que tu hijo, no sólo te lo quitaron, sino que lo crió injustamente otra familia, es imborrable.

¿Cuánto queda por hacer?
Mucho. Queda recuperar un trozo de memoria muy grande de la historia de nuestro país. Y como dice María Bueno, las madres afectadas por este crimen no buscan venganza ni poner a nadie en el banquillo. Lo que realmente anhelan es encontrar paz, conocer la verdad y recibir un perdón institucional que reconozca el daño infligido, como se hizo en Argentina o en Australia con este tipo de crímenes. Aquí en España, en pleno siglo XXI, aún se sigue mirando para otro lado.

Estas mujeres buscan una reparación moral, un reconocimiento de su sufrimiento y el no tener que seguir luchando por algo tan sencillo como que se las crea. Como sociedad, especialmente nosotras, las mujeres, tenemos un poder grande con el simple hecho de apoyarnos las unas a otras. Yo creo de verdad que tenemos un papel fundamental en ese proceso, reconociendo estas historias y no mirando hacia otro lado.

¿Qué ha significado para ti crecer con una mamá que sufrió un robo su bebé?
Para mí como hija, ver que mi madre, siendo tan joven y vulnerable con tan solo 16 años, fue sometida a tal atrocidad, es algo que me llena de indignación y rabia. Pero esta rabia se ha convertido en la fuerza y motor que me impulsa a contar estas historias, a levantar la voz por todas aquellas madres, hermanos y hermanas que han sufrido un destino similar. El papel de los hermanos es fundamental en estas historias. No sólo porque también a nosotros nos privaron de una parte nuestra, sino porque a muchas de nosotras, como hijas de estas víctimas primarias, nos toca continuar esta lucha, como es el caso de algunas de las madres de la asociación que fallecieron.

La exposición se encuentra en Málaga hasta finales del mes de marzo, ¿os gustaría llevarla a más sitios?
Actualmente se puede ver hasta principios de abril en La Trenza, una galería que hemos abierto la artista Marta Troya y yo en el centro histórico de Málaga. Me gustaría llevarla a más lugares, quizás se pueda ver en Madrid próximamente. Como comentaba, mi idea es que esto sea la semilla de algo más grande. Ahora estoy en el proceso de escribir el guión para rodar un documental y busco activamente un equipo al que le interese hacerlo realidad conmigo.